Es un disco catchy y comprometido a sonar bien, con altibajos emocionales que se sienten con obviedad. Su vocalista nos cuenta más de la trama y el viaje hasta el día del estreno.
El primer disco de Floreana ya está en circulación. La banda cuencana estrenó ‘Cuadros’ el 21 de enero pasado. Son 10 canciones y 32 minutos de indie rock y baladas suaves, alimentados con un toque dance, que le hacen honor a las influencias para su composición, que van desde Bandalos Chinos a ‘Empire Ants’ de Gorillaz.
Floreana toma nombre de la isla Floreana, ubicada en las islas Galápagos y su alineación es formada por Pablo Vásquez, Guille Arévalo, Sebastián Vega y Sebastián Ordoñez. Todos ellos se conocieron el colegio.
Hablamos con Pablo Vásquez, su vocalista y compositor principal, quien explica algunos de los detalles de este primer disco, que nació en pandemia y esconde en una que otra canción una dedicatoria a un amorío que no funcionó.

‘Cuadros’ existe desde el 2018, precisamente en la cabeza de Pablo, quien escribió la letra y la base sonora del disco. Al principio fueron muchas canciones, pero en ese año tomó la decisión directa por elegir 10 que, según él, “podían pegar”. “La composición oficial empezó en octubre del 2020. En ese momento las canciones sólo estaban en guitarra y voz y debíamos armar con la banda, lo cual fue lo más difícil”. En estos días la rutina era que todos cuadren en la casa de Bernardo Arévalo (Pastizales), el productor del disco.
Para crear el sonido con la banda, cuenta Pablo, “siempre cogíamos una referencia y empezábamos con unos pianos de colchón. Acá usábamos Logic y luego agregábamos un beat random para empezar a componer guitarras. Todo iba fluyendo. Ese rato pensábamos qué era lo necesario para cada canción”.
En este proceso aparecieron algunas referencias, como The New Abnormal de The Strokes, disco que el guitarrista, Sebastián Ordoñez, se sabía de memoria y funcionó para agregar cierta influencia en ‘Takotsubo’, canción que abre el disco. También hubo canciones en que se puso a prueba la química entre Pablo y el productor, “con ‘el flaco’ (Bernardo Arévalo) conectamos muy bien. Por ejemplo, en ‘Espejismo’ le dije que esto suene a ‘Empire Antes’, de Gorillaz y el man de una lo maqueteó y sonaba a lo que yo quería. Había conexión”, dice. En otra parte de la entrevista él dice que trabajar con Arévalo se convirtió en “una de las mejores decisiones que ha tomado en su vida”, explicándolo con que el trabajo con anteriores productores no fue del todo satisfactorio porque algunos sencillos terminaron siendo más canciones de otros que del propio Pablo.
Un caso aislado pero que igualmente funcionó para la composición fue un tik tok sobre Los Beatles como fuente de sampleo -o inspiración-, Vásquez cuenta que estaba viendo Tik Tok y le apareció uno que decía ‘acordes para sonar como Los Beatles’ y, en sus palabras “se robó esos acordes” para ‘Canopus’, una canción que fue la última en entrar al disco.
A pesar de que el concepto del disco no tiene una ruta narrativa constante entre las 10 canciones, hay algunos casos en que sí hay conexión. El vocalista explica que ‘Takotsubo’, ‘Formas’ y ‘Sueños’ le dan forma a una historia de dolor, energía y resiliencia, enfocados en el amor de alguien que ya no está en nuestras vidas. Le preguntó por qué las siete canciones restantes no siguen la trama de esta historia, “fueron escritas con bastante tiempo de distancia entre ellas”, responde, aludiendo a que ese disco es una representación bastante clara de muchas etapas sentimentales que él vivió en sus 21 años de vida.
El nombre del disco está fundamentado en que cada canción es una etapa, como si de una suerte de galería tratara. Uno mira un cuadro, siente, entiende, no entiende: pasa al otro cuadro, en este caso son canciones.
Opinión
Este álbum, como estreno de la banda, funciona como buena representación para quien busque algo íntimo, concreto y diferente a lo-fi-DIY-homemade. Se escucha con la claridad de un proyecto que suena bien, quiere sonar mejor aún en cada canción y puede tener un vínculo bastante cercano con quienes los escuchen. Su motivo deprecatchy le da un tono cruel pero satisfactorio, como si un adolescente hiciera este disco. Hecho que pasa y está representado con claridad.
El concepto general de que el disco puede “ser una galería” es muy ambiguo y genérico. Olvidable. Quizá hasta alejado del sonido. No suma nada particular a todo lo bueno de la música.
Sin embargo, es un disco que vale la pena repetirse. Escucharlo es entretenido y abre una posibilidad gigantesca a querer escucharlos en vivo en distintas ciudades.
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