Mariela Condo lanzó Al Viento, Vol. 1 en febrero, un disco que para la cantante ecuatoriana se trata de reversionar canciones que deben ser escuchadas debajo de su superficie. Hablamos con ella hace un mes, en su hogar, en un monte de Quito, adrián nos cuenta.
El día que Mariela Condo me abre las puertas de su casa llueve de manera incómoda en Quito, es de esos días que -hasta- hace calor y te olvidas de llevar el paraguas toda la tarde a todas partes. Lo que he escuchado de Mariela recorre en mi cabeza por alguna mención perdida de una amiga colega: Ga Robles. Lo poco que la conozco ubica a Condo en una escena que representa al Ecuador de antaño, en un presente que todavía lo reproduce con ganas.

La cantante vive en una casa que parece irse corriendo de la ciudad, a pesar de vivir a pocos metros de la Av. Oriental, en el Itchimbia bajo. Llegar a su hogar es dificultoso. Debemos, junto a su mano derecha (¿manager?), tomar un taxi, subir una loma que tiene llantas de automóvil como escaleras, cerrar dos puertas de madera y romper el sedentarismo subiendo una loma enlodada por la lluvia de ese día.
Llegar a la casa es extraño, como salirse al campo sin dejar de escuchar el ruido de los carros que van a más de 120 km/h por la autopista. Mariela nos recibe con un vestido rojo potente y unas chanclas que evitan el frío con calcetines negros en sus pies. Lo primero que hacemos es decidir el té para acompañar esta conversación de dos desconocidos. Nos decidimos por canela, de la más pura, según Condo. La adornamos con algo de panela.
El té se siente en casa.
Nuestra motivación para hablar es Al Viento, Vol.1, el cuarto disco de la ecuatoriana, que para ese entonces de nuestra conversación estaba a una semana de estrenarse. Hoy, 20 de marzo del 2020, el disco cumple un mes y días corriendo. Lo primero de lo que hablamos es sobre la idea de estrenar singles por delante de un disco completo, una lucha interna que Mariela tuvo que superar para “dejar obra”.
“Después del disco Pinceladas (2015) dije que de gana voy a sacar discos completos, sólo para estar desganados. Y dije que voy a sacar singles. Tras años, encontré a William Farinango, el productor y arreglista musical. Él, claro, tiene otra formación y decía que: ‘no no, hay que sacar una canción’ pero para mí es más importante dejar obra”, dijo Mariela, quien se animó por lanzar el disco completo, el cual reúne una serie de canciones del antaño ecuatoriano reversionados por la voz de Mariela y el trabajo arreglístico y armónico de William Farinango, quien también fue el productor del disco.
Condo me deja en claro que “no son covers”, “los covers son cuando tú haces una versión súper igualita de lo que tú escuchas, sin trabajo arreglistico, armónico o de reinterpretación. Versión es el término adecuado”, sentencia. Entre los músicos que están en la cata, están los nombres de Ruben Uquilla, Víctor de Veintimilla y Ulpiano Benitez, este último hijo de Gonzalo Benitez. Algunas canciones no tienen un autor definido por su perdida en el pasado, así que se adaptaron dentro de su propia memoria colectiva. La canción ‘Curikinqui’ se presenta en este disco en su versión quichua.

La elección de algunas canciones surgió, según Mariela, en la necesidad de escuchar más allá de la superficie a las canciones del Ecuador, ella descubrió que “cuando escuchas canciones a través de otros te das cuenta que hay muchísima sutileza, lenguajes, ornamentos o maneras específicas de tocar la guitarra, que hacen que se llame un ritmo ecuatoriano, no tanto por nacionalismos, sino porque la música tiene geografías, como diría Liliana Herrero”, además, la cantante resume en que no tiene un objetivo real en haber lanzado este disco, sino que se refiere más a un llamado, que la música le hizo.
Según corre la entrevista, el té de canela funciona como un sedante involuntario. Mariela rellena mi vaso y con ello destapo mi duda sobre su éxito en otros países por delante del Ecuador. Ella no lo reconoce al instante, pues cree que esa búsqueda del público surgió porque “si la gente no nos llama, vamos nosotros”. Y así fue cuando después de la universidad y Pinceladas se fue con su equipo de trabajo a Argentina en bus, de a mochilazo. Luego viajó a México a un festival y se quedó ahí para probar suerte. Como le llamamos juntos en la entrevista, todo trato de un “plan de autogestión enorme”. Este viaje terminó en Europa, donde se quedó por 8 meses y conoció a William.
El resto se definió en el regreso a casa y producir este disco, que le tomó 6 años.

El disco ya está disponible, como una búsqueda entre saber si lo melancólico o la diversión pondera, ella responde que: “no necesariamente se baila un tipo de música. Lo de la melancolía depende mucho desde que lugar de su corazón la gente va a escuchar. Las canciones se sueltan, están ahí, toman nuevas formas a partir del corazón humano. Desde que rincones de tu alma, de tus sentimientos, de ese momento donde tu sensibilidad pueda escuchar y te de una percepción única, sólo a ti, entonces, no lo sé (risas)”.
La entrevista se acaba con una tetera vacía y un día cada vez más gris, ya no llueve, pero hace frío con calor. Mariela me presenta a sus gatos, el estudio en el segundo piso, el huerto con lechugas, un horno con decenas de botellas de vino y finalmente la salida, que el lodo la ha copado y caerse es cosa de desesperados.
Por suerte ese día le tenía cuidado hasta al viento.
