Tras algunos telones, un teatro o un camerino se encuentra una banda chica, calculando el nivel de serotonina que gastará esa noche en el show. Pensando en su primera tocada, dentro de un venue, feo, sin luz y con espacio de garaje. Recreando esto les vendrá la nostalgia, ahora toca un teatro, una plaza de toros pero sin toros, en cambio, están los fans, juzgando sentados, con dos manos en sus barbillas como modelo repetido.

Es 7 de septiembre en el Teatro México, a eso de las 19:00 empiezan las Sesiones Contracorriente, una tocada que su propósito termina siendo el de unir tres países: Ecuador, Colombia y México. Por Ecuador está Telim y Flix Pussy Cola, Colombia la representa Oh’laville y México pone su carta en el juego con Camilo VII. No es una competencia, más bien suena a una reunión de bandas con la misma situación de curiosidad, impulsada por La Cumbre.
La misma que los fans remiten a su propio modo de vivir el show.
Telim inicia.

¿Qué esperábamos?
Con Telim siempre hay una suerte de ir a escuchar a tus familiares. A esos primos que tocaban instrumentos en la sala los 25 de diciembre de cada año. Su cercanía se debe a la actitud sobria de su show, al encanto íntimo con su público y el amor inconmensurable que levantan en sus fans más apegados, que son casi todos. Además a esto, el cuarteto se ha ido presentando en este 2019 como una agrupación intermitente, justificada por la producción de su primer LP. Esta intermitencia se ha vuelto algo romántica, como verlos y tener en la mente que tienen un hit y por aquel lloraste o lo fuiste a dedicar inmediatamente. Lo esperable con Telim es apreciar un show de sube y baja, con sus respectivos momentos de energía al cien y bajones para bailar lado a lado a 10 metros por hora.
¿Qué pasó?
La conclusión es liviana, el show me recordó a los primeros de la banda. Como a ese en La Roots allá por inicios del 2018. Cuando existía La Roots.
Lo que vimos fue una mezcla de canciones que nadie se sabía y las canciones del EP que ya todos conocemos. Quizá fue el aire del teatro, que “impedía” la libertad completa a los fans de saltar con las canciones, que el show se transmitió con algo de incomodidad. Canciones como ‘Automático’, ‘Tambalero’ o ‘Eléctrica’, que acostumbran a verlos como motivo de saltos, esta vez se instalaron en un aire pasmado, sin nadie alrededor, a excepción de los asistentes, que miraban el show a más de 4 metros de la tocada. De haber espacio para saltar, había, al igual que un show recomendado.

Más allá de fallas no tan notables dentro de la tocada, Telim se encuentra en una posición favorable para atacar el 2020 con sus maquetas, todavía en Soundcloud. Y aunque la distancia los ha pausado, ensayar los va a instalar en todos los festivales.
Flix Pussy Cola fue el siguiente.

¿Qué esperábamos?
Yo no sé, Flix nos tiene el hype al 100%. Pero cualquier paso en falso y chao Lola.
¿Qué pasó?
Cada vez que esta banda toca, uno piensa cuando los ve detenidamente, que van a ser grandes. No sólo por su música, que dicho sea de paso, al fin no es el rock-de-mierda que siempre se repite en bandas emergentes que les cuesta definirse. Aunque sucios, Flix la tiene clara, MUY CLARA. Gracias a que son panas, eso se nota, es verdad y todavía su inestabilidad los hace naturales dentro del show. Su interacción con el público es como si estuvieses en una cuchara con ellos, con las bebidas que todos conocemos.
Lo que sí hay que reconocer es que el Teatro no es el espacio para escuchar a Flix. Esta banda necesita, por lo mínimo, a veinte personas en primera fila, sudando y tocándose obsesivamente. El explicativo es que esta banda no es un amargo recuerdo de Spotify, es un presente generado en las tocadas. Y sus groupies lo justifican.

Todos están enamorados de sus imágenes descomplicadas, yendo a tocar con chándal, zapatos deportivos, jeans rotos o su propia merch. Estamos viviendo una nueva banda exitosa en la escena. Ahora, acá viene lo que podría ser su único peligro: su edad. Es una banda de chamos, que si no se siente segura en su proceso va a caer. Menos mal tienen manager, porque –ya pues, cuantas veces- antes apestaban –para mí- y ahora se pueden comer a todas las bandas de la ciudad.
Luego vendría Oh’laville, que a pesar de no ser conocida del todo acá, fue la mejor banda de toda la noche.

¿Qué esperábamos?
Una banda más que quiere probar suerte y no sabe cómo.
¿Qué pasó?
Nos quedamos con la boca abierta, su bajista: lo mejor. Qué show, qué manejo de su público, que intensidad, que de todo. Apuesto a que el 80% del teatro no se sabía ninguna canción. Pero no se cómo, saltaban, gritaban y terminaron pidiendo otra. La banda tuvo una actitud increíble acá en Ecuador, con medios, gente y demás. En camerinos se hacían un rincón a hacer ejercicios vocales y de preparación, juntaban fuerzas para lo que venía y se sintió que era un equipo bien representado por sí mismos.

Es una banda para definitivamente darles una oportunidad de regreso. En camerinos, fue inevitable aplaudirlos y es que es verdad, no esperábamos mucho pero nos dieron tremenda cachetada.
Camilo Séptimo cerró.
¿Qué esperábamos?
El cierre perfecto.
¿Qué pasó?
Muy bien, se motivaron a traer a la gente a su frente. Algo que ninguna de las bandas anteriores hizo. Tal vez por las reglas, que sólo –a veces- una banda finalista puede romper.

Apostaría a que todos fueron por esta banda y quienes lo hicieron pudieron vivir una experiencia muy cercana, porque además no hubo tanto público para crear empujones. Se vendieron 200 boletos, entonces casi que fue una tocada donde la intimidad sería un factor importante.

No hay mucho que decir de Camilo, más que aprender de su show y la velocidad en que prenden a la fanaticada.
De este show debemos aprender que tenemos una costumbre en bandas que podemos explotar, hablando de lo nacional, que con un poco más de confianza pueden no sólo abrir conciertos en un teatro, sino estrenarlo.
Fuera de cosas románticas, Flix es la banda del ‘chamo-indie-promedio-quiteño-¿por-qué-no-guayaco?’, esta etiqueta los hace muy importantes, porque faltaba una banda que represente tan bien las necesidades de este público, que es el que controla la asistencia a los shows y festivales. Quizá sí, había más bandas antes que representaban a este rubro, pero la inestabilidad suele ser un mal común y las desaparece o sólo pasan de moda.
Sobre Telim, la cuenta ya está hecha. El disco es su puerta para que no sólo los escuchen sus súper fans o los panas de la universidad. Donde hay oro, hay oro.
Y al público, arriésguense, bájense y salten, que así se arma un show, con ustedes también. Disfruten bien lo que pagan.
Pd: Gracias Cazurrín.