10 minutos de amor ajeno e interno, sí, 10 minutos y hasta menos, Esmarive coincidió con nosotros para entregarnos un disco sencillo, directo y nostálgico. Te recomendamos escuchar el EP mientras lees la nota. (Reprodúcelo aquí).
La Ecovía luce bien, no va llena ni vacía. Grita una vendedora ambulante, oferta chocolates, una pareja se besuquea en una puerta de salida, con dos manos juguetonas, una en la cintura y otra en la mejilla. Lo normal, todo bien por acá, escuchando ‘Huesos de papel’ la situación se volverá ajena. Veo la ventana y pienso que se acaba el verano y la canción.
Maldita sea, Esmarive, la Ecovía ya no da igual.
Él carga una batería de celular en la mano y una mirada en el último puesto de la fila del bus hacia Monteserrín. Por asuntos desatados del horario en que quedamos, coincidimos en la fila del bus, que nos llevará a su edificio, a un kilómetro de la Río Coca, en Quito/Norte. El motivo: su EP, Ce roPun to Z ero, ya disponible desde el primero de septiembre en Spotify.

Nacido y reconocido por Lolabúm, donde fue guitarrista en la etapa de El Cielo, el músico quiteño volvió de Córdoba (Argentina) con su tesis en mano, para que probemos -musicalmente- sus delirios/nostalgias de su última etapa adolescente, hace un lustro y más. Aunque al escuchar el disco las tramas cambian y el amor se hace excusa.
La cédula lo reconoce como Esteban Martín Ricaurte Velastegui, pero él prefiere rematar su existencia con que es “un romántico(n)” y Esmarive, mezcla fonética de todos su nombres y apellidos. Escuchamos juntos, en su casa, el EP que va a lanzar. “Es mi tesis de carrera”, me cuenta. “Me pusieron ocho sobre diez”, reclama, explicándome que después arregló lo que no lo calificó de sobresaliente.
Lo que escuchamos es un disco aminorado, suave, que puede tocarte con la misma textura de una mano sudada. Ofertado mientras estamos en su habitación comiendo naranjas. Son 4 canciones que no superan los 10 minutos de duración, pero resultan suficientes para pensar en tu enamoradx o tu inclemente soltería.
Sin burlas o pretensiones, Ce roPun to Z ero se presenta como el EP del dream rock alternativo, para caer en un bajón post-scrappy (como Esmarive le llama a la ‘soma’). Martín deja en claro que su género es ‘alternativo’ pero ambos pedimos más -por las dudas-. La armonía del disco es simple, sin muchas vueltas instrumentales. Aplicando synths como delantera, guitarra en mediocampo, baterías acústicas de suplentes -a veces dueñas del partido- y la voz de Esmarive como DT. La defensa la pone la lírica, que representa los últimos años prepúberes de Martín, desvariando entre la soledad de su habitación, un pulpo que alguna vez compró con Pedro Bonfim y la imagen constante de una mujer, llenando al disco de intenciones para escucharlo dos veces o seleccionar dos que tres canciones de él para mandarlo a tu playlist de cabecera.

Mientras me enseña algunos demos de su computadora, como si de cazador de sello discográfico tratara, le digo que toque algunas canciones de Lolabúm. ‘Guayaquil Ticy’ es la única que le sale, el riff no se le va. “Esa la hice yo” dice, mientras se ríe -después me dirá que «sólo medio hice el riff«-. Antes de llegar a su casa me cuenta que cuando saca una canción o compone algo le envía a Pedro para que opine, y aunque a veces toma los consejos y otras no, resalta que ahí está todavía, a quien llama “su mejor amigo”.
Las naranjas se acaban y es hora de partir. Esmarive repasa la habitación, deja algunas cosas conectadas y reduce los comentarios a decirme que corra porque el bus está pasando. Corremos a la parada. Estamos ahí de nuevo, esperando otro bus, pero esta vez el que se va soy yo con su disco, directo a mi playlist de cabecera.
