¿Las Perras en la casa? Ft. Telim y Bardo José

Perras On The Beach

Es jueves trece y con frío. Mezcla para morirse en viernes. Es la primera vez que Perras On The Beach toca suelo ecuatoriano; siguiendo con el ciclo de visitas argentinas a nuestras tierras frías.

El concierto no se llena. Hay un espacio en blanco muy claro en la parte trasera del público que asiste. El epicentro ocurre en la parte central. Cómo de costumbre. Los hits de los mendocinos hacen saltar; las cosas nuevas nos tientan a irnos. Simón Poxyran tiene un show novedoso. Las luces atienden a sus necesidades y su voz le falla. No la expone, prefiere pedirnos que “cantemos bajito” porque su voz lo necesita.

El show inicia antes de ‘Perras’. Lo arranca Bardo José, un grupo del cual “Gato”, su feat con Método MC y Biotrash son lo que vale recordar. Lo demás se queda en un ambiental injusto, que el público no siente. Es entendible, son los teloneros de los teloneros. Van a -suicidarse- probarse.

Bardo José.

Se prueban y la historia los olvida. O más bien, la venta de bielas lo hace. Pienso en cómo presentaron su disco, con aquel mundo virtual hecho por Julián Cordero. Mis expectativas están ahí, en tener algo bacán que encontrar en su show: Visuales prometedores o un show más conectado y secuencial. Les falta tiempo y atención. En una canción hay hasta una pausa abrupta. Y el público, al puro estilo del amor por los teloneros, aplaude porque entiende que es difícil armar un buen show tan temprano. Pero esto jamás es imposible.

Lo sé por lo que hizo Telim a telón seguido. Fuera de mi fanatismo declarado por esta banda, nunca creí ver a este grupo en un feeling tan ordenado. Iniciando con el intro más fogoso de “Eléctrica” que les he escuchado. Tienen un baterista único. Si lo pierden, la cagaron. Arrancar con potencia es lanzarse sin miedo. Si bien esta canción no supera expectativas de salto o baile permanente, todo el ‘en vivo’ conforma y se ganan, desde el minuto uno, el escenario que no deja nunca de gritar, como si fuese himno.

Siguen con “Farándula”, otro hit bailable. El público lo canta como Persiana Americana, son otro instrumento de la banda. El jugador número doce.

Telim.

Sale un saxofón. Qué mierda. Desde ahí pienso que esta será la mejor versión de “Esta Vez”. Y la es. Mierda, la es. Arturo la repite al final porque un fan en Instagram le ha pedido que lo haga por su novia. En pleno show reconoce al seguidor. Y ese es el show. Estar con el público, no sólo en el escenario y en historias de Instagram, sino en la vida real; tener muy en claro que la música es lo que es por la falta de protocolos. Se apaga un rato la luz y Rodolfo Peralta, el bajista alterno de Martín Cruz, se manda el himno nacional del Ecuador. La gente canta. Y no un grupo o una zona. Lo cantan todos. Si hubo un telonero exacto del país para este show, Telim lo fue.

El fin es “Automático”. No hay canciones nuevas ni experimentaciones egoístas. Esta banda se ha hecho para fatigar al asistente. No lo decepciona. Desde conciertos de $3 a bienvenidas internacionales.

Las piernas no dan ni para subir gradas.

El reto lo asume Perras On The Beach. Inician con “Tuca”. La marcha del pueblo los hace grandes. Hay un eco ensordecedor del público. Los que están ahí aman lo que ven. Las canciones siguen y la memoria no le falla a nadie. Veo a mi alrededor y todos logran un lip sync 10/10. PERFECT. Mil logros desbloqueados.

Perras On The Beach.

El show de los argentinos tiene un inicio brutal. Echan hit por hit. Va Ramona, Municipálida, Australia, va de todo. Mezclan lo suave con lo duro. El misterio, la invitación de Coco y el feat con Felipe Lizarzaburu quedan bien (excepto por esos 5 segundos incómodos con Felipe cuando presenta su pelota con luz). La falla, y que muchos habrán sentido pero no lo aceptan todavía por el romance con POTB, fue el final. Hubo, por lo menos, diez minutos de instrumental y nuevas canciones. Que a pesar de avisarlo en previas al evento, fueron bajando el nivel de interés dentro del concierto.  

La música, por supuesto, era para destruirse en el centro de todo. Sin embargo, el desconocimiento nos pasmó en movimientos de cabeza, búsquedas a nuestros compañeros perdidos en el pogo o centrar el olfato en el olor gravísimo de weed.

Se acabó el concierto y nadie pidió “otra, otra...” o se quedó viendo cómo guardaban instrumentos. Todos se iban. Mayores y menores; en un festín de Uber por doquier. Mañana había cole, universidad o dormir hasta la 13:00. Lo que sí pasaba es que hacía frío y ya era viernes.

Era matarse o irse a la casa. Pero quedarse a pedir fotos, nah.