‘Estación Polar’ estuvo del PUCTAS

Mamá Vudú

A veces, en la oscuridad del cine, un aplauso final traiciona toda timidez. Ayer, en esa misma oscuridad, mi timidez se ausentó. Aplaudí porque debía. Porque a pesar de no seguir a Mamá Vudú; la película traicionó mis complejos y me obligó a aplaudir.

En palabras rápidas: la película estuvo del puctas.

Estación Polar, película de David Holguín Wagner, sobrepasó mis expectativas. Esperaba una película mediocre, ambientada en el mismo aire de “revictimicemos lo independiente para que nos paren bola”.

Nada que ver. La película, homónima al disco de la banda quiteña, Mamá Vudú, fue un biopic de banda que no le envidia nada a sus referentes. El buen uso de archivo, comicidad, tensión, enigma y fin de eras creó un panorama narrativo único. Por el ayer, ahora y el después.

No te aburrías porque querías o debías. Sólo no. La película repasa lo mundano de Mamá, su rutina, la importancia de espacios libres -como el skatepark en La Carolina-, los guiños a nuevas eras y la incesable necesidad por no morir.

El slogan de la película reza “Una banda, una ciudad, una generación (o la historia de Mamá Vudú)”. Sin embargo, el contenido cuenta un inicio y fin de la banda. Hablando, a veces, sobre el contexto en el que se abrió paso. Mostrando ese trayecto como un debraye, lleno de separaciones inesperadas, inclusión de un fan como parte del grupo, un baterista por accidente y un frontman que desde joven ya era viejo.

Alineación final de Mamá Vudú. Edgar Castellanos, Álvaro Ruiz, Roger Ycaza y Francisco Charvet (izq. a der.)

Conocerán a una Mamá Vudú que no vivió la fama de algún Soda Stereo -aunque su historia se cuenta igual-. Descubrirán a una banda que tocaba en pequeños shows, cabarets y festivales desde el Pululahua hasta los recuerdos históricos del Quitofest.

Incursionarán en un texto visual que nos hará concluir dos cosas: Mamá Vudú vale más como un culto y ser quiteño es una magia, pero negra. Tan triste por su pasado y tan romántico por su presente.

La película, en cuentas generales, es increíble. No cae en morbos ni pretensiones. Cuenta lo que debe: una historia.

Rechaza la política y apuesta por el romance de hacer música por sentir y crear. A tal nivel que la Rocola Bacalao los cree madre y la Mamá Vudú también a ellos.

No cabe sólo decirles que compartan esta función en todas sus redes, porque las historias bien contadas se transmiten solas. Aún así, háganlo. Que vale la pena. De boca en boca o por historias de Instagram.

Sólo háganlo.

Te dejamos el trailer acá, que no es ni el 5% de la maravilla de una hora y más de Estación Polar.